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caracterizadas por la imposibilidad de aplicación universal, su extrema complejidad y la carencia
de información para su cálculo.
1.2 Revisión teórica
Desde 1990 el edificio fue el objeto de análisis de los sistemas de evaluación de desempeño
ambiental. La aplicación de estos sistemas se generalizó principalmente en Europa y América del
Norte (ALYAMI; REZGUI, 2012), no así en América Latina donde la evaluación se aplicó en
escasos proyectos. Actualmente, el objeto de análisis ha cambiado de escala, al barrio y la ciudad,
lo que permite abordar desde otra mirada la sostenibilidad, los flujos y las sinergias (BERARDI,
2015). La escala de barrio permite, por ser éste la célula base de la ciudad, implementar
estrategias de uso de suelo y compacidad, sistemas alternativos de movilidad, disminución del
consumo energético, consolidación de ambientes habitables y saludables, uso de energía
eficiente, calidad de los servicios urbanos, conciencia ambiental, y una efectiva participación
ciudadana (WANG et al., 2016). Además, los sistemas de evaluación a escala barrial se han
derivado de aquellos sistemas multicriterio, cuantitativos y/o cualitativos, utilizados para edificios
(BERARDI, 2015), tales como BREEAM Communities, LEED Neighborhood Development y
CASBEE Urban Development que se enfocan en diferentes fases del ciclo de vida del proyecto.
Por ejemplo, CASBEE UD promociona el compromiso de los actores locales en la elección de
coeficientes de pesos asignados a los diferentes temas del sistema, mediante un análisis
cualitativo; LEED ND se orienta en la promoción del diseño compacto en comunidades en favor a
la caminabilidad y busca un balance entre prácticas establecidas y conceptos emergentes
(KAROL; BRUNNER, 2009); y, BREEAM Communities evalúa criterios claves en prácticas
predecibles y desempeño real haciendo énfasis en las estrategias de energía (ALYAMI; REZGUI,
2012). Pero, pese a los esfuerzos por desarrollar herramientas que puedan aplicarse a diversos
contextos, sus limitaciones radican en no poder generalizar ciertos aspectos de la evaluación y
atender las prioridades locales. Si bien los sistemas multicriterio incorporan las externalidades,
riesgos y efectos a largo plazo, generalmente han subestimado el componente económico y social
de la sostenibilidad.
La construcción de sistemas de indicadores se enfrenta a estos y otros desafíos, como por
ejemplo la selección de los criterios de evaluación y su ponderación; el alcanzar el balance entre
lo completo y lo simple; y la escala de aplicación que en el caso del barrio depende siempre del
contexto. Teóricamente, en ciudades de América del Sur por lo general un barrio se representa
por una cuadrícula de 400x400m mientras que en otras ciudades de diferentes regiones, como
Nueva York, su patrón comprende una malla rectangular de 100x200m (BERARDI, 2015). En la
práctica los límites pueden estar establecidos por otros instrumentos como son la percepción de la
población, los bordes físicos o geográficos, los límites jurídicos normativos o la caminabilidad, que
toma en cuenta la distancia que recorre una persona en 10 minutos. La limitación para evaluar la
sostenibilidad a escala barrial está justamente en esta ambigüedad que, a su vez, provoca la
carencia de datos.
Desde el punto de vista energético, uno de los mayores retos en los sistemas de evaluación de la
sostenibilidad urbana es considerar los diversos escenarios en los cuales se encuentra cada caso
de estudio influidos por factores externos al entorno construido y que intervienen en la
ponderación de indicadores. En primer lugar se debe considerar la fuente de energía, pues al
evaluar la sostenibilidad energética no será igual medir los impactos y la contribución al cambio
climático en una ciudad o barrio abastecido por fuentes renovables que otro que utilice carbón. En
segundo lugar se deben considerar las condiciones climáticas. En las ciudades, la temperatura
varía con respecto a las zonas rurales debido a las características físicas y antropogénicas de las