Ecologia Integral: abordagens (im)pertinentes - volume 1

Ecología Integral y Metas del Milenio: repensar el Oikos Global desde el Cuidado y la Responsabilidad 155 preguntarnos por su legitimidad o valor para la vida. “La ciencia y la tecno- logía no son neutrales, sino que pueden implicar […] diversas intenciones o posibilidades y pueden configurarse de distintas maneras” (LS, 114). En el centro de la crisis socioambiental se sitúan, para una parte im- portante de la población mundial, las dificultades reales para la subsistencia básica y las reducidas o nulas posibilidades de una vida como complementa- ción (coexistencia, ejercicio de derechos) y vida buena como elección (pro- yecto de vida valiosa). En esos escenarios, a la supervivencia, como nivel básico de vida en el límite, se atiende desde la idea de necesidad , definida des de mínimos imprescindibles. Los niveles de aplicación de la justicia so- cioambiental han de procurar, con determinación y a partir de alianzas de actores, el acceso a la protección de las leyes y derechos y a la educación ne- cesaria para sumarse a la protección de toda vida, la propia, la de los demás y la del ambiente. La cuestión ecológica “se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS, 49). En tal sentido, desde la Ecología Integral se plantea, como tarea conver- gente, “combatir la pobreza, devolver la dignidad a los excluidos y cuidar la naturaleza” (LS, 139). Cuidado y Ecología Integral La preocupación central de la Ecología Integral parte de la constatación de la fragilidad de la vida, hecho olvidado muchas veces por la sensación de seguridad que proporciona la tecnología, de lo que se deriva un imperativo ético centrado en el cuidado (Useche Aldana, 2015). Más allá del concepto científico de la ecosfera, que recordemos que ella es nuestra Casa Común cam- bia el sentido del discurso experto y lo une al discurso social de la convivencia con todas las formas de vida. En primer término, con nuestra propia realidad, para reconciliarnos con una lógica de vida que nos permita trascendernos a nosotros mismos y dejar de pensar y obrar autorreferencialmente: “…auto- trascenderse, rompiendo la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible el cuidado de los demás y del medio ambiente” (LS, 208). En segundo término, con los demás seres humanos, desde el cuidado mutuo, desde la reciprocidad, la ayuda y la solidaridad, para construir el bien común – como “principio unificador en la ética social” – y superar lo que Francisco denomina la “cultura del descarte”, que caracteriza a las

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